Los antiguos incas celebraban esta fiesta en el solsticio de invierno en honor a Inti, dios del Sol. Su imagen, bajo la forma de un disco de oro con rasgos humanos, era colocada en los templos frente a una puerta orientada al este, para que el Sol se reflejase en ella al amanecer. Mientras el Sol iluminaba las montañas, la multitud de rodillas y con los brazos en alto, entonaba sus cantos de alabanza, acompañados por cientos de instrumentos musicales.
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